LUZ, MÁS LUZ
Texto elaborado para el libro Iluminando espacios Textos que nos hacen pensar en la Luz de Jésica Elizondo, CDMX Diciembre 2020.
Luz, más luz eran las palabras que mi maestro de iluminación repetía siempre. La verdad no recuerdo quién se las dijo, pero siempre me quedaron muy marcadas. Cada que lo decía pensaba que no solo se trataba de “más luz”, sino de más sombras también, porque no se puede pensar en la luz sin pensar en oscuridad. Ahora bien, que debo escribir algunas líneas sobre el “diseño de iluminación para la escena” pienso que solo podría decir algo a partir de revisar mi experiencia y el momento en el que me encuentro ahora como creador.
Mi formación estuvo marcada por estudiar en una licenciatura de teatro donde “no se forman diseñadores”; el Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM ha hecho un esfuerzo por crear materias en su plan de estudios más actual que integren todas las áreas del arte escénico, sin embargo, aún cursando todas sus materias, es difícil especializarse en una sola rama y egresar con una formación consistente. Al ser uno de los pocos aspirantes al diseño teatral, cuando estudié tuve un entrenamiento constante iluminando los exámenes de dirección y actuación de mis compañeros de licenciatura, reprobando mis propias materias pero comenzando a imaginar y entender ese recurso tan intangible que es la luz. Posteriormente comencé asistiendo diseños de maestras y maestros que básicamente comenzaron a incidir directamente en mi formación en un campo ya profesional. Unos años más tarde comencé a diseñar escenografía y no solo iluminación porque en ocasiones me topaba con espacios muy difíciles de iluminar, o que me impedían desarrollar una idea concreta sobre mi trabajo con la obra. La luz y el espacio no pueden estar divorciadas. La luz es capaz de crear un espacio, develarlo u ocultarlo. Si la luz va a proyectarse sobre un lugar, objeto o cuerpo, entre mas control e incidencia se tiene sobre eso, mejor será el resultado.
A pesar de que gran porcentaje de mi carrera ha sido en el teatro, la danza ha sido un factor importante para mi trabajo. Es muy diferente trabajar con luz en la danza a diferencia del teatro. El teatro en muchas ocasiones exige la creación de atmósferas y sensaciones muy específicas sobre todo cuando estas trabajando con una obra realista; si la acción ocurre de noche, por la tarde, en un interior, en un exterior, etc. En el teatro existen más limitaciones pero por lo tanto más exigencias técnicas, exige un conocimiento específico sobre los ángulos y el equipo lumínico que se va a utilizar. En la danza, esa exigencia es más dispersa y es posible encontrar un trabajo más plástico y experimental sobre la pieza. Esto no lo hace más sencillo, al contrario, pienso que al existir mas libertad de creación, se tienen que tomar decisiones importantes sobre el flujo, la cantidad y concepto que la luz tomará en la coreografía. Lo que más me atrae del trabajo lumínico en la danza es la libertad de experimentar sobre los cuerpos en el espacio, la cantidad de posibilidades de crear a partir de un movimiento; sentir y pensar a partir de la música, la cual nos da tiempo, ritmo y precisión. En la danza la luz acompaña el movimiento y fluye con él, no pueden estar divorciadas, y si lo están es porque el diseño esta justificado de esa manera. Entonces pensamos que la luz genera movimiento también y es un bailarín más dentro del espacio.
Una de las grandes ventajas de ambas disciplinas; teatro y danza, es la posibilidad de crear a partir de convenciones que pueden conducir la imaginación del espectador hacia espacios y tiempos específicos; físicamente no están, pero son sugeridos con la luz y el sonido. Por ejemplo, recuerdo la pieza Nahual del coreógrafo Vicente Silva que presentamos en el Palacio de Bellas Artes en agosto de 2019. Vicente planteaba una primera imagen sonora; unas piedras cruzaban el piso del escenario amplificando el sonido con micrófonos colocados en el proscenio, el espacio completamente oscuro, poco a poco un reflector encendido oscilando horizontalmente sobre el escenario atado a una cuerda bajaba lentamente hasta alcanzar casi por completo el piso del escenario. Después, los bailarines hasta el fondo del escenario se revelaban con un contraluz, bajando de una de las plataformas y avanzando hacia adelante con las piedras. La danza se generó en un primer momento a partir del movimiento de dos objetos que producían sonido y luz, no se necesitaba más, los bailarines se integraron a esa coreografía producida por los dos elementos. Otro ejemplo a partir de esta premisa fue para la coreografía Alina de Érika Méndez, finalista del Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga en el Palacio de Bellas Artes también; la premisa era crear a partir de atmósferas un apartamento que fuera transitado por distintos inquilinos en tiempos totalmente distintos, logramos crearlo a partir dos temperaturas distintas, un piso, un par de gobos en forma de ventana y dos lámparas, una de ellas iluminaba el espacio de 5x5m desde arriba, otra de ellas se trataba de una lámpara de piso roja. A mi parecer uno de los momentos más bellos de esta pieza se creaba cuando de pronto todo se apagaba y quedaba solamente encendida la lámpara de piso, entonces dos de los bailarines la tomaban para darle movimiento, uno de ellos controlaba la cabeza de la lámpara y otro le daba expresión con sus manos. La lámpara tenía su momento propio, se expresaba y bailaba, tenía vida y movimiento propio y se volvía dueña de ese apartamento durante algunos minutos, después regresaba a su lugar y a su función principal: ser un objeto que ilumina, y entonces los bailarines continuaban la coreografía.
Es en estos ejemplos y momentos donde reafirmo la idea de la luz como un ente que también danza sobre el espacio, con y sobre los cuerpos, sugiere y produce imágenes que e llegan directo al espectador. Evidentemente, este tipo de posibilidades se dan de acuerdo al director o coreógrafo con el que se trabaje, porque cada quien propone un tipo de relación distinto, y estas siempre varían. Existen los directores que quieren dictarte todo el trabajo, indican a detalle qué y cómo quieren que sea la luz, es difícil sacarlos de una idea o aportar en ella, por lo que creen que la única posibilidad es la que alcanzan a ver. Este tipo de procesos me han funcionado para crear una precisión técnica en mi trabajo, pero no me agradan para nada en términos de creación. Existen otros directores que son totalmente lo contrario, te pueden decir, “tu hazlo” y entonces se crea un campo totalmente de libertad. Esto tampoco es del todo bueno, porque crea una sensación de que no existe un trabajo colaborativo o que puede importarles poco tu trabajo. Creo más bien en el balance de estas dos, un equipo de trabajo capaz de tomar sus decisiones, dirigir pero también estar abierto hacia nuevas exploraciones en la creación.
Cuando tienes tan poca experiencia en el medio una vez egresado de la licenciatura, es difícil que un director o coreógrafo confíe en tu trabajo. Lamentablemente también trabajamos en un medio que puede generar cierta discriminación por tu género o el como te miran. Generalmente, entre más joven seas, es difícil que tu opinión o propuesta sea tomada en cuenta, no solo durante el proceso de creación con el director si no también al abordar al equipo técnico de un foro. Es por eso que para mí cada proyecto al que he sido invitado a diseñar, es una oportunidad de mostrar lo que puedo hacer desde mi propia visión. En las artes escénicas, este es un punto que es complicado de llevar cuando vas comenzando: ¿cómo corresponder a un equipo completo de trabajo y una obra sin renunciar a tus propias creencias? ¿Cómo crear una visión propia?, pienso que la respuesta esta en creer en tu propia intuición como creador, lo que quieres decir o lo que refutas, independientemente del área desde donde estas creando. Ser fiel a mi propia sensibilidad y a mis orígenes, así como encontrar los interlocutores y las dinámicas de trabajo adecuadas ha costado tiempo, y aún sigo en esa búsqueda. Creer en los detalles las sensaciones que la luz puede producir es lo que me ha hecho continuar en la danza y en el teatro; son pequeños momentos que suceden en el escenario, a veces indescriptibles e irracionales, pero que ningún otro medio logra compartirlos como lo hacen las artes vivas.
El trabajo de un iluminador es volverse los ojos del público y este mismo decide que se ve, que se oculta , cómo se observa y cómo se transforma, es, sobretodo, compartir.
Junio 2020
Las irremediables cosas de nosotros mismos de Antonio Soria y ALINA de Erika Méndez, obras finalistas del Premio Nacional de Danza.
DISEÑO DE ILUMINACIÓN.
Palacio De Bellas Artes, México